Nuestra historia
Podríamos empezar diciendo que somos una familia, pero una cosa es compartir un apellido, y otra muy distinta es compartir un restaurante.
Somos cuatro. Dos que llevan media vida aquí y que conocen cada rincón de este lugar. Y dos que llegamos después, no por obligación, si no por decisión. Por amor, por locura o por algo que aún no sabemos explicar del todo.
Dos generaciones. Cuatro historias distintas. Cuatro maneras de cortar una cebolla, de montar un plato y de entender qué significa “hacer las cosas bien”. A veces nos basta con una mirada para entendernos. Otras, discutimos.
Y aun así, seguimos aquí. Porque hay algo que nos sostiene. Algo que no se puede escribir en una carta de presentación ni capturar en una foto bonita para Instagram. Está en ese momento en el que la cocina huele a casa. En el sonido de la comanda y ese movimiento casi automático, como si lleváramos años ensayando. En la risa compartida al acabar el servicio. O en ese silencio que habla más que las palabras cuando algo no salió como esperábamos.
Nos une la memoria de los que estuvieron antes. Nos une la idea de que, aunque el mundo cambie, todavía se puede cocinar con sentido y con alma. Nos une este restaurante que no es solo un trabajo, es una forma de resistir, de crear y de vivir.